octubre 05, 2009

(1:1)

Con brillos amarillos, la luz de un nuevo descubrimiento aún no logra despertarme, pero dudo saber si existe un rayo a través de mis ojos o es él, con sus incesantes humos y los ardientes fuegos. Son fuegos, pero no queman, no lo entiendo, mis manos sienten el calor, tan opresor y dominante, tan serio y solemne, escucho su voz; ronca, lejana, sabia, no me deja cerrar los ojos, vuela alrededor de mis oídos, no temo, pero no comprendo en que paso he fallado, en que lugar preferí dar la vuelta. Él lo sabe, me lo susurra, yo sólo anhelo poder verlo, no lo permite, me promete entre rotas palabras la verdad, con alguna cierta condición que ya no recuerdo.

Sueños del alba, imágen del alma
cielo rosa, nube creada en onda
estoy cayendo, estoy volviendo
acaricio el velo, adios forastero

Los tintes acorralados de Dios
(la censura del silencio)
Los cuartos de todos los miedos
(el hospital, la cárcel, tu suplicio)
No tengo el motivo,
(tampoco el sustantivo)

Lo único que sé... es que nunca desperté. El alba estaba parada enfrente de mi, ya no lo esta, soñe con algo... sin embargo lo perdí, mi padre con pequeños ojos tiernos me cargaba en sus brazos, yo sentía el infinito debajo de mi, su voz grave y agradecida por tenerme siempre repetía la palabra “sueño”, ahora entiendo sin saber el argumento, lo que significa “sueño”. A pesar de conocer las heridas y los trayectos no escritos, me ilusiono por conocer esta nueva vida, no sin pensar en que momento se torno la rutina en los muros más grises y los pisos hechos estaño. Asomo la mirada por las ventanas de aquel lago, verde y corriente hacia el monte... tan silencioso, pertinente, tanto que los fríos suben a mi cuello, el pasto húmedo marcado por mis pasos: del presente, del futuro y pasado. No quiero pasar mis manos por el cuerpo turbulento de este líquido cruel, las entrañas alrededor de mi son árboles, creados por siglos, por el tiempo y la estética de algún pajaro innato. Al fondo de mis visiones encontré la puerta hacia el incongruente sueño en mi reposo, en mi cama. No podía entrar, como el suave murmullo del otro lado de la puerta, ahora jugabamos... sólo un día.

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