(1:10) Cuando decidiste irte
Me levanté con ganas de morir y prendí el televisor, las noticias y las malas lecciones del la vida, que recordáramos la lucha de la libertad, los millones que murieron… las misma mierda, las veces en que decidía levantarme de la cama, observarme en el espejo y saber que no era suficiente para ti, intentaba sonreír cuando salía a la calle para comprar el periódico, busca tu horóscopo por si hoy era el día en que podrías ser algo más, evolucionar en mis sentidos. Tomaba un café observando el pavimento, subía a la azotea para observar las nubes y encontrar respuestas; pero tú no estabas, no me amabas y te olvidabas de las cosas que nunca hice, y nunca fui. Pero te platicaba en mi mente, como si vivieras en mi cama, en la mesa, en el sofá o en mi auto, te contaba todos mis problemas, mis sueños, y me besabas… como si hubiera sido cierto. Prendía la computadora para buscarte en alguien más, no lo encontraba y ponía las canciones más dolorosas, no llegaban ser tan agudas como la ausencia de tu aroma. Te odiaba por que no te podía amar, te amaba por que no te podía odiar. El agua caliente limpiaba mis lágrimas, parecía llevarse todo lo que no me pertenecía, nunca lo harías por que eres tan libre, por los derechos inexistentes de posesión que en realidad el humano miente para no estar solo. Eres tan pura, tan exacta y yo sólo soy un misterio tan absurdo, una oscuridad entre bromas por el sol que me quemaba, que me hacía notar por la mediocridad. Así que sollozo por que soy tan negativo, tengo todo lo que te podría completarte y ¡No estás!. Es suficiente alejarme, sin embargo no te interesaría que lo haga. Apago la televisión y me dispongo a dormir mientras dejo la computadora abierta, por si alguna señal de un dios me deja leerte, verte, amarte, elogiarte, sanarte. Otra mañana y no estás… yo sólo… solo… quería, no sé. ¿Escribirte en mi historia? ¿Estar en la tuya? No lo sé. Creo que aún me sigo preguntando durante los nuevos inviernos cuando decidiste irte.
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