De nuestro país (1:4)
Los vidrios se tiñeron de rojo
Las manos que fueron mías
Temblaban entre polvo y silencio
Recuerdo los dolores en un verano
Con brisas del cambio regional
Nuestro brote de colores ardió
Un escudo, en polvo, en nada
Marabuntas y marabuntas
Una violencia en cada pulmón
En últimos respiros de los niños
Y me decían:
(Adiós que huye)
Yo inocente volteaba
(¿Dónde está? ¿Nos olvidó?)
Pequeñas lágrimas me recorrían
(¡Corre que te agarran!)
Sin mente, intuición, me escondía
(Los pasos que mataban)
Moría a través de los varios días
(Hombre, sed y tristeza)
Un atardecer todo acabo y viví
(Carne quemada…)
Nos habíamos visto, entre cruzando miradas
Tus gritos y mis lágrimas, el cansancio justo
Cientos de horas sin ver a mi imagen,
A otra carne y hueso, tus sucios cabellos
Tus brazos agarrándome con tanta fuerza
Que sabía que no me dejarías, no podría
Soltarte nunca, te amé y me fusioné a ti
Y es que no importaban los disparos,
El frío y las nubes compuestas
Los kilómetros que camine contigo
Toda esa distancia agarrando tu mano
¡Éramos tan niños y perfectos!
Cantando en los atardeceres allá en el campo
Corriendo y gritando por la lluvia de acero
Abrazándonos para no morir congelados
Hasta que desperté en el alba
Ya no estabas como las hojas
De algún otoño amarillo
Y los vidrios clavados en mis
[Pequeñas manos
Ya no estabas, las cicatrices
De un buen pasado, de los
[Negros rostros
Otra vez atrapado en el
[Pasillo minero
Aquella puerta, donde las manos quebraron los marcos y el grabado bello de la próxima ciudad, estaba abierta; con un sofocante esfuerzo me levanto y con la incertidumbre de una nueva aparición asomé el cuerpo, denoté extrañas huellas en la oscuridad y en las telarañas tan propias de esta cueva.
Entonces te observo… con tus pequeños pies
Tus manitas cubriendo los ojos sollozos
El cabello negro desgastado y tan despeinado
Eras como nuestro país, tan fría y sola.
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