agosto 23, 2011

(1:33:1)

Antes del Sueño

Mi nombre es irrelevante, la noche devora con las pérdidas que mi persona sufre bajo la desaparición del suelo que me protege; el viento me somnolienta, la fuerza más destructora me jala hacia mis adentros, me aplasta los pulmones y no me permite expresar susurros de ausencia en el nombre de nuestro Dios. De nuestro exiliador.

En este lugar la noche es perpetua, no estamos en vida ni muerte. Y a pesar del nacimiento de muchos soles, el cielo se mueve bajo la oscuridad espacial del cosmos, se expande hasta permear los pensamientos del hombre presente.

Las estrellas son las compañeras de cada alma desolada por los jardines del templo, el aroma a madera se distingue como lo propio del lugar, a través del miasma producido por granos y sentimientos; la esencia permanece, marcando un estilo que no quiere desaparecer. Es la perfección de poco hogares como este los que hace que nada quiera dispersarse lejos de su aura, de la aurora que emana la visión del constructor de sueños.

Nuestro mundo es amplío tanto como el pensamiento se estire y se permita comprenderlo.

El silencio es la virtud del hombre ante el respeto de sus propias circunstancias.

El ruido es el elogio a la acción, la que demuestra que el respeto de lo metafísico necesita doblarse para sobrevivir.

Eso explica la razón sobre lo irrelevante de mi nombre ante tanta divinidad elevada sobre nuestra mortalidad.

En la raíz de este universo comienza mi pena, tan insignificante en el acto total es, quisiera que los dolores fueran igual de diminutos para aprender a dejar ir, soltarme de este mundo y no pensar más. Hacer de mi camino una composición perfecta. Odio tanto lo que me rodea... No poder controlar la tierra que se desborda de mi cuerpo.

Ser un muro donde nada se le permita pasar, los sentires son inmundos y efímeros, si pudiera borrarme.

Por eso he decidido escapar, necesito los lienzos de nuevos pintores, las botas del viajero, la tempestad del guerrero, la fortuna de lo incierto y el trazo de un mapa pues no sé que hacer.

Un exorcismo al pecho, una purga de celos.

Este mundo se vuelve pesado por cada letra... todo se perderá por mi culpa.



V.







(1:32)

Antropomorfismo


“¡Rompemos con todo lo que no representa de nosotros!
Podemos ser la herramienta temporal de tú soledad
ya no importa saberme un puente a tu felicidad”

Lucrecia llora y llora pero sólo me abandona...
la quimera volante quema tú pasado y no otro
y yo escribo sin líneas temporales un hospital
para tus tormentas un espectro como ejemplo
o el Dios Antiguo
soy tu creador.

Dolor tiene un nombre dado con sangre y recuerdo.
El silenciador es mi trampa para transformar
la sanidad del viajero, Maestro de Almas
creador y protector de metáforas.

“La soledad reina en mi, la tinta como consuelo se ensucia,
el blanco del papel y ustedes, no me hablan...
no existo, para tales ironías soy un desierto,
la tierra utilizada para sembrarles.”

ENTONCES SABES DIFERENCIAR LA DEFORMIDAD DE MI PENSAR EN CADA PEQUEÑA LÍNEA, EN TUS ESTRUCTURAS Y TRAMAS, TÚ ARGUMENTO ES MI TRISTEZA COMO EL INFIERNO QUE CONLLEVA MI OMNIPRESENCIA, TU CREADOR NECESITA DESTRUIRNOS, CONSTRUIR Y MODIFICAR.

“¿Podrían existir apologías?
Sí mi sufrimiento se vuelve el suyo y duelen por mis propios dolores,
es la única condición de su existencia”.

(1:31)

Lo que nos separa


Sí. Existe un lugar donde nuestros espacios ocupan, es el aire, la esencia o la aceptación de lo que somos realmente. Un sombrero viejo y el pequeño secreto que guardan nuestros labios, en las líneas donde podrían escaparse palabras sádicas o suspiros de pasión, somos un continente partido en dos.

Tenemos sangre corriendo como guerra en nuestras venas, una rabia ajena a las diferencias escritas como un dogma entre los dos y las afinidades, el terremoto inducido por la discordia del plan maestro: Tú y yo separados.

Pequeña noche... tenemos hoy para escondernos bajo almohadas hermanas y preguntarnos sí los dos sentimos lo mismo, sí los dos nos debemos lo mismo. La tiranía es el eje de soledad que gira para ocultarse por los corredores del secreto. Una orilla para tu tierra y la otra para mi cielo.
Lo que nos separa es el mismo fin, la esencia que nos individualiza. Lo que nos fusiona. Lo que nos colecciona en unión.

De Aurora para el sino.

agosto 01, 2011

(1:30)

Las Luces del Siglo





Algún buen día te sentarás junto a mi, podrás recargar tu cabeza en mi hombro mientras sólo escuchas mi voz cansada, mi voz ronca por todos los segundos que tuve que aprender a callar... pero estarás conmigo... sin estar ahí, millas lejos, vidas futuras, pasados hermosos o estarás, no te habrías librado de mi.

¿Te gusta el color de un atardecer naranja? ¿La madera de la casa? ¿La manera del futuro que se nos volvió blanca? Yo sentiré... tu sentirás mi respiración, el corazón tomando aires en cada pequeño paso.
El fruto de semillas con nombre de motivos... Estarás ahí... el último día te leeré... para que por fin comprendas que las luces del siglo no siempre brillan, ni queman los ojos. Muchas no iluminan el camino del tiempo y ni el tiempo puede conservar su uso, nuestras luces son y serán...

Abriré un cuaderno antiguo con colores parecidos a nuestro cielo,

El viento soplará suavemente parecido a melodías del inicio... que refrescan, las luces de los cien años que nos llevaron a estar juntos...

Te platicaré de los pequeños detalles de mis ausencias, los momentos en que desaparecí para recrear tus nuevos motivos de espera, “no sé si puedas entender cuando nunca me has dado respuesta” Me verás a los ojos con un disgusto que suavemente se ilumina en sonrisa, “las respuestas alguna vez fueron palabras hasta que el Dios del silencio actuó para mantenernos unidos”.

Las luces del siglo, muchas veces se apagaron y no podíamos ver el siguiente movimiento de las piezas de nuestros nuevos días, las luces eran creciente sed de conocer y aprender, era hambre de trascender y no permitir que nuestra persona se volviera el polvo al que todos estábamos destinados a ser.

Un perro ladra..
El ave mueve sus alas...
El tiempo no se gasta...

“Te he dicho que tú me haces falta”

Cierro el libro... tu mano arde abrazando la mía. Pero al fin una de las dos se enfría. Las luces del siglo.