octubre 01, 2011

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“Con un verso mis labios se entintaron con la piel de Dulcinea...” 


Los ojos del poeta sobresaltaban en la oscuridad y sombras ondeaban su ineptitud para entender pasiones; seres iluminados por las lágrimas del arte no saben mojarse ante la tempestad divina de lo visceral, no entienden como ensuciarse con la sangre del poeta Sintios... nihilistas, cobardes.

Un aplauso... dos... ocho y después cien... la tragedia del éxito se apoderaba de los ojos de Pintia, un éxtasis al desnudo era la ovación hacia el dramaturgo, el orgasmo de chillidos por las tierras idílicas se apoderaba de las raíces del árbol... los dioses enterrados tendrían su último aliento en la vibración de las manos chocantes y violentas. El dolor de las palmas es inexistente, no se observan los músculos tensarse ni las venas aplastarse por el impacto, la sangre brota y revuelve dentro del cuerpo... de las sombras; existe júbilo. La mejor puesta teatral del poeta Sintios y su hermano dramaturgo Pintia en años...

Explícale al mundo porque ha de necesitar cortarse bajo las tenues historias de la tragedia, del patético final humano. No hay talento que improvise las siluetas naturales de una rabia contagiada ni del funesto mirar simpático hacia la muerte, las calidades se miden por tu existencia y el mismo existir de la existencia ya extinguida.

Vamos explícales.

Los actores toman vinagre, siguen el mito de la expulsión de quimeras que no permitan desinhibir la cualidad histriónica, escupen al suelo de mármol contaminándolo de sus enfermedades, perversiones y permiten la huella eterna de su saliva impregnarse hasta que un dulce astro evapore sus fantasmas, su πάθος . Dejar este residuo al desconcierto de la ética urbana ha sido también, un modo de rechazar los estándares en las leyes sociales... el actor vive bajo su propia sangre. Sí el mundo se quema, a ellos podrá servirles para encender orgías; el mundo teatral rechaza las ideas conservadoras de Sintios y Pintia pero aún vive de su talento. El arte escénico es un ser cínico. Un ladronzuelo de risas que crítica cuando su público hincha sus rostros y deforma con muecas la gracia de los movimientos del sujeto actuante, ama señalar y eso hace que Pintia, hoy, decida renunciar.

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