“Con un verso mis labios se entintaron con la piel de Dulcinea...”
Los ojos del poeta sobresaltaban en la oscuridad y sombras ondeaban
su ineptitud para entender pasiones; seres iluminados por las
lágrimas del arte no saben mojarse ante la tempestad divina de lo
visceral, no entienden como ensuciarse con la sangre del poeta
Sintios... nihilistas, cobardes.
Un aplauso... dos... ocho y después cien... la tragedia del éxito
se apoderaba de los ojos de Pintia, un éxtasis al desnudo era la
ovación hacia el dramaturgo, el orgasmo de chillidos por las tierras
idílicas se apoderaba de las raíces del árbol... los dioses
enterrados tendrían su último aliento en la vibración de las
manos chocantes y violentas. El dolor de las palmas es inexistente,
no se observan los músculos tensarse ni las venas aplastarse por el
impacto, la sangre brota y revuelve dentro del cuerpo... de las
sombras; existe júbilo. La mejor puesta teatral del poeta Sintios y
su hermano dramaturgo Pintia en años...
Explícale al mundo porque ha de necesitar cortarse bajo las tenues
historias de la tragedia, del patético final humano. No hay talento
que improvise las siluetas naturales de una rabia contagiada ni del
funesto mirar simpático hacia la muerte, las calidades se miden por
tu existencia y el mismo existir de la existencia ya extinguida.
Vamos explícales.
Los
actores toman vinagre, siguen el mito de la expulsión de quimeras
que no permitan desinhibir la cualidad histriónica, escupen al suelo
de mármol contaminándolo de sus enfermedades, perversiones y
permiten la huella eterna de su saliva impregnarse hasta que un dulce
astro evapore sus fantasmas, su πάθος
. Dejar este residuo al desconcierto
de la ética urbana ha sido también, un modo de rechazar los
estándares en las leyes sociales... el actor vive bajo su propia
sangre. Sí el mundo se quema, a ellos podrá servirles para encender
orgías; el mundo teatral rechaza las ideas conservadoras de Sintios
y Pintia pero aún vive de su talento. El arte escénico es un ser
cínico. Un ladronzuelo de risas que crítica cuando su público
hincha sus rostros y deforma con muecas la gracia de los movimientos
del sujeto actuante, ama señalar y eso hace que Pintia, hoy, decida
renunciar.
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