octubre 04, 2011

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Antes de la disolución, la historia de la consumación”

El mundo no nos pertenece tal y como se formo; aún no entiendo de donde proviene el daño natural de la maldad en el humano. No comprendo que tan permisivo puede ser el acto destructivo de la mente, de los pasos que da este ser vivo que constituyó su esencia a partir del progreso y la razón.
¿Qué es la razón? Sólo observo el daño que nace con la cría hasta el maltrato en vida en cada día de un pequeño que no entiende porque debe sufrir. ¿Por qué nos maltratamos? Nuestras manos deberían servir para construir no jalar o crear marcas eternas en la piel de otro igual. Presumimos de la sangre que nos une pero no tememos en perderle valor cuando la derramamos. Nuestra maldad respira cuando tomamos nuestro primer aliento y atestiguamos la primera luz de una próxima oscuridad.
Digo esto antes de la disolución, la historia de la consumación del cuerpo; del pecado como valor estricto de no permitir daño. La consumación...

Parto de mi reflexión para contar en este pequeño lapso la historia terrorífica de Aramea, la visionaria de Pintia y la hermana espiritual de Garcilaso, prima del sabio Crelios y amor del mismo infortunio.

Creo que no se le puede acusar a nadie de maligno cuando el deseo nace y se convierte en el juego de miradas o las maniobras de una mano rozar otra, crear ese contacto que pueda gritarle al otro que lo necesitas; que sepa de tu desesperación de saciar tu boca en sus labios o acariciar la piel, pegarla a tu cuerpo y fundir tus manos con su sexo. Nadie puede ser culpado de enamorarse ni entender su perversión como amor cuando en realidad es sólo deseo de dominar el juego y hacer pertenecer los besos del otro. La soledad te hace pelear contra la moralidad y la ética de siglos atrás, no entiendes porque las cosas deben ser de esta manera, como un pequeño diario de intrigas que se esconde en los brazos de estudiantes o debajo de las uñas del ladrón, el nacimiento de la obsesión es también descubrimiento en la capacidad de necesitar algo que nos satisfaga. En este caso, lo terrorífico no es la sangre de un cuerpo recorrer el suelo de su cama hasta llegar a las fronteras de la puerta y el pasillo; no es la mentira viperina del corazón o apegarse hacia una empatía, dejar ir o irse.


Cabello claro y ojos tristes, piel mojada por los rayos del sol; combinada por un dorado y una oscuridad gradual a lo largo de sus hombros que evidenciaba su blancura en sus mejillas, misterioso aroma, de manos largas pero cariñosas en su tacto, una sonrisa a veces absurda pero que curiosamente pintaba admiración en sus largos ríos de miel; piernas delgadas y ligeras cuando corría por un verde lienzo o el ladrillo del pueblo, cuerpo equilibrado esbelto con humildes trazos en su simetría, a veces niña, a veces deseo. Rostro serio que costaba de un sonreír, voz no grave menos aguda, labios delgados rosas, de pensamientos pesimistas, sensible y tierna, el bronce por fuera como escudo ante el alma, silenciosa en su sentir y explosiva por su libertad; hacían de Aramea un divino fruto original entre los campos idílicos en los teatros de nuestra ciudad.

Diseñaba pintora de amores en los lienzos de su casa, manzanas rojas y rosas estrellas en el cielo pegaba con sus manos posicionaba a los signos de Ofiuco y Andrómeda; Sus damas de negros cabellos vestía para sonreír las hacía mostrarse en amor escénico o amistad de sangre enlazaba; Aramea un diamante en su arte y mi más grande amor. No sabrían entender lo que sus abrazos y labios dejaban en mi rostro atormentaban. Era imposible obtenerla y la tenía sin embargo, su dormir en brazos contra el deseo de obtener su alma y tomarla... Aramea... cuanto cuidaba tus lágrimas y los movimientos de mis besos en tus mejillas, en las comisuras esperaba encontrar por error la virtud de devorar tu amor. ¡Soy una bestia!
He hablado de la visionaria, el implemento de un humano como herramienta de creacionismo para el artista, distinto a una musa o modelo de cuerpo desnudo; la visionaria es un regalo, exclusivamente un sujeto de visión, es el proyecto de las ideas caóticas del pensador, quién las clarifica y ordena; procesa el arte en pequeños trazos y difunde la esencia del autor en su respectivo producto. Aramea no es un objeto, no puede ser pensada de tal manera; es un privilegio y una virtud por la cual ella ha decidido permanecer en los textos de Pintia, es su visionaria.
Ojala fuera mi visionaria... que pudiera ser mía, pero es inaceptable que podamos vernos fuera de este cuarto, cuarto de texto que escribí para exorcizar mis adentros. ¡Soy una bestia! Quiero tenerte... probarte... ¡Soy un salvaje! mátame Ilmel, aquella de amores racionados, no puedo más amarrarme a ella... es mi deseo más enfermo. mátame soy un animal. El cuerpo es un valor rico en perdición, domar su cintura y hacerle pertenecer a mis manos, su consumación en mi... ¡Soy una bestia!... soy un infortunio desamparo en las manos llenas de arena de los dioses que piden tiempo para curar mis entrañas, mi enfermedad es la obsesión por su alma.  

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