abril 13, 2011

(1:22)

El momento donde el Vir sintió arrepentimiento


Lucrecia tenía muchos rostros y muchos sentimientos,
era un torbellino violento a los ojos cansado del vir;
un hombre respetado, educado con la dignidad de un sello,
de circunstancias crucificadas en su alma no podía,
no toleraría los silencios y los gestos cambiantes
de su amada; ya no era Lucrecia, pero si era la misma
cambiante mujer, con vidas chocantes a la intención
de un hombre enamorado de la necesidad de consuelo.

La muerte del vir fue la espera, rumores explican.
Fue el preámbulo de una paciencia mal usada,
la creencia en una diosa auto proclamada santa,
de lo impuro que puede ser una verdad, una...
confesión humana.

Entre amantes, compromisos, motivos,
deseos, ignominia, defectos, virtudes,
encantos, excusas, omisiones, bailes,
besos, caricias, pasiones, desconocimiento,
orgullo, indiferencia, mentira, amor y
vacíos. El aliento del fuego se convirtió
en verde con el acto último de sonreír
a los labios invasores en la vida
que hubiera, si las temporalidades sirvieran,
evitado.

El vir en su suspiro más misericordioso
abrió los ojos en una noche para
volver a cerrarlos como un...
ciclo universal para...
devolvernos... a la vida.

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